Aún No es el Fin: La Tribulación en el Camino
En sus últimos días en Jerusalén, Jesús impartió a sus discípulos lecciones trascendentales. Les revelados aspectos profundos sobre su propia naturaleza, tanto humana como divina, la necesidad de una autenticidad radical en el liderazgo, y la verdadera esencia del servicio desinteresado. Era un martes cualquiera cuando, al salir del imponente Templo de Jerusalén, Jesús se dirigió con algunos de sus seguidores hacia Betania. En el camino, se desató una conversación que se convertiría en una clase magistral sobre los eventos que precederían a su segunda venida, marcando una ruta clara hacia el entendimiento del fin de los tiempos.
Preguntas que Desvelan el Futuro (Marcos 13:1-4)
Mientras Jesús y sus discípulos contemplaban el majestuoso Templo, uno de ellos, asombrado por su grandiosidad, exclamó: “Maestro, mira qué piedras, y qué edificios” (Marcos 13:1). Aunque el evangelio no nos revela la identidad de este discípulo, podemos imaginar la admiración en sus ojos. Este Templo, cuya construcción había sido iniciada por Herodes el Grande en el 19 aC, era una obra monumental. La remodelación estructural había durado nueve años, pero los detalles y embellecimientos continuaron hasta el año 62 dC.
Para estos humildes pescadores de Galilea, acostumbrados a las modestas construcciones junto al mar, la magnificencia del Templo, con sus inmensas piedras, debía ser un espectáculo sobrecogedor. Era un contraste abismal con sus propias viviendas, un reflejo de la gloria y la riqueza que representaba Jerusalén en ese tiempo.
La Profecía Ineludible: Caerá Piedra Sobre Piedra
La respuesta de Jesús a la admiración de su discípulo fue, sin duda, impactante y profética: “¿Ves estos grandes edificios? De cierto te digo que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada” (Marcos 13:2). En estas palabras, Jesús no solo estaba describiendo un futuro lejano, sino anunciando un evento que se cumpliría con una precisión asombrosa apenas unas décadas más tarde.
La historia nos confirma la veracidad de esta profecía. En el año 66 dC, el pueblo judío se levantó en rebelión contra el Imperio Romano. La respuesta de Roma no se hizo esperar. El General Tito fue enviado con sus legiones y, tras un brutal sitio, la ciudad de Jerusalén y su Templo fueron completamente destruidos el 30 de agosto del año 70 dC No quedó, literalmente, “piedra sobre piedra” , confirmando plenamente las palabras del Señor.
Más Allá de la Destrucción: Las Preguntas del Corazón
La contundente afirmación de Jesús sobre la destrucción del Templo debió haber llenado a los discípulos de una profunda inquietud. Ellos, que en su mente aún albergaban la esperanza del establecimiento de un reino terrenal inmediato –recordamos sus peticiones de sentarse a la derecha ya la izquierda de Jesús–, se vieron confrontados con una realidad desoladora. La idea de que el Templo, el centro de su fe y de su identidad nacional, pudiera ser derribado, generó en ellos un ambiente de urgentes preguntas.
Jesús, habiendo anunciado también su propia muerte y resurrección, sabía que estas revelaciones eran solo el comienzo de una comprensión más profunda. La mente de los discípulos se inundó de interrogantes cruciales. Mateo 24:3 (RV1960) nos lo relata: “Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?”
Estas preguntas marcan el punto de partida para una de las enseñanzas más reveladoras de Jesús sobre los tiempos finales. Los discípulos no solo querían saber cuándo ocurriría la destrucción del Templo, sino también qué señales precederían su segunda venida y el verdadero fin del siglo . Sus inquietudes reflejaban una mezcla de asombro por la profecía, preocupación por el futuro y una profunda expectativa sobre el Reino que Jesús les había prometido. La respuesta de Jesús a estas preguntas es lo que hoy conocemos como el Discurso del Monte de los Olivos, un pasaje fundamental para entender los tiempos que nos esperan y la tribulación que antecederá a su glorioso regreso.
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