La Higuera Sin Fruto: Una Piedad Que Engaña
El Evangelio de Marcos nos presenta un episodio que, a primera vista, podría parecer un simple relato de un día en la vida de Jesús, pero que encierra una profunda enseñanza espiritual. Se trata del encuentro con la higuera sin fruto y su relación con la purificación del Templo en Jerusalén. Este relato nos invita a reflexionar sobre la autenticidad de nuestra fe y la importancia de una verdadera piedad que da fruto.
El Encuentro con la Higuera sin Fruto (Marcos 11:12-14 RV1960)
El día anterior, Jesús había entrado triunfalmente en Jerusalén, montado en un pollino, mientras la multitud lo aclamaba como Rey. Sin embargo, después de observar la corrupción que imperaba en el Templo a manos de las autoridades judías, y siendo ya tarde, se retiró a Betania con sus doce discípulos.
Al día siguiente, mientras salían de Betania, Jesús sintió hambre. Es fascinante contemplar esta realidad: Jesús, siendo 100% Dios y 100% humano, experimentaba las mismas necesidades y limitaciones que nosotros. El sustentador de todo lo creado padecía hambre, se cansaba, tenía sed. No era una farsa; su humanidad era plena y genuina. Aunque no se menciona si había desayunado, su hambre no era casual; tenía un propósito pedagógico y profético, ligado a lo que había observado la noche anterior en el Templo.
La Higuera que Engaña con Hojas
Dice el relato que Jesús, “viendo de lejos una higuera que tenía hojas” (Marcos 11:13 RV1960), se acercó. Esta observación es clave. Jesús, en su omnisciencia divina, conoce hasta los pensamientos más recónditos del corazón humano, como lo demostró con Zaqueo. Sin embargo, en su naturaleza humana, operaba bajo la guía del Espíritu Santo, haciendo su comunión con el Padre algo fundamental.
Es inusual que una higuera tuviera hojas abundantes en esa época del año sin ofrecer frutos. La higuera o “brevo” es particular: primero produce el fruto (brevas) cerca de la Pascua, y luego se llena de hojas. Una abundancia de hojas sin frutos tempranos es una señal de esterilidad. Jesús esperaba encontrar brotes de brevas o pequeños botones comestibles, pero “nada halló sino hojas” (Marcos 11:13 RV1960). La higuera, a pesar de su apariencia prometedora, estaba vacía.
La Maldición y su Significado
Jesús se dirigió al árbol y pronunció una maldición: “Nunca jamás coma nadie fruto de ti” (Marcos 11:14 RV1960). Este acto no fue una mera demostración de frustración por el hambre. Marcos especifica que “lo oyeron sus discípulos” (Marcos 11:14 RV1960). Esta higuera estéril se convirtió en una ilustración poderosa para sus seguidores.
La higuera con muchas hojas pero sin fruto ilustraba perfectamente la condición de la adoración en el Templo de Jerusalén. Era una edificación imponente, llena de tradición y ritos, pero carente de la verdadera piedad de su gente. No había fruto de arrepentimiento ni temor a Dios. Se había convertido en un formalismo vacío, enfocado en sí mismos y no en Dios.
Ilustraciones Bíblicas de Esterilidad Espiritual
La Biblia utiliza diversas metáforas para describir la relación de Dios con su pueblo. La vid o viña es una de ellas, representando a Israel. Isaías 5:1-7 describe cómo la viña de Dios, a pesar de los cuidados divinos, solo produjo uvas silvestres. Isaías 29:13 RV1960 proclama: “Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado.”
De manera similar, la parábola de Lucas 13:6-7 RV1960 refuerza este mensaje: “Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra?” Estas1 imágenes subrayan la expectativa divina de ver fruto de una fe genuina.
Aplicación a Nuestras Vidas
Esa “higuera sin fruto” bien podría estar hoy entre nosotros. La gracia de Dios se extiende sobre todos los que nos congregamos, pero Dios espera una vida de adoración correcta, no solo de labios, sino de corazón sincero. Si observamos con detenimiento, podemos ver una piedad aparente, personas que “parecen” cristianas, pero que al examinar su vida no hay fruto. Es un corazón sin fe, alejado de Dios, vacío de arrepentimiento y de una verdadera relación con Él.
La Purificación del Templo: El Juicio que Vendrá (Marcos 11:15-19 RV1960)
Después de su encuentro con la higuera, Jesús llegó a Jerusalén y entró en el Templo con una determinación inquebrantable. “Comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas” (Marcos 11:15 RV1960). No permitía que nadie atravesara el templo llevando utensilio alguno, porque el propósito del Templo era la adoración a Dios, no el comercio.
Los mercaderes estaban en el patio de los gentiles, un lugar destinado para que todas las naciones pudieran orar. Jesús confrontó esta apostasía y el pecado de usar el Templo para propósitos económicos. Ya lo había hecho tres años antes, al inicio de su ministerio, pero nada había cambiado. El nombre de Dios estaba siendo blasfemado por la avaricia y la corrupción.
Una Cueva de Ladrones en Lugar de Casa de Oración
Jesús les enseñaba, diciendo: “Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones” (Marcos 11:17 RV1960). Citaba Isaías 56:7 RV1960, donde se profetiza que el Templo de Israel sería “casa de oración para todos los pueblos”.
Anás y Caifás, los sumos sacerdotes de la época, dirigían las operaciones comerciales del Templo, que era conocido tristemente como “el bazar de Anás”, el mismo sumo sacerdote codicioso ante quien Jesús sería juzgado más adelante. El propósito divino para el Templo, ser un lugar de oración y conocimiento del Señor para todas las naciones, se había opacado por la piedad aparente y la codicia.
La Reacción y el Juicio Inminente
Los escribas y principales sacerdotes, viendo cómo la gente se admiraba de su doctrina y cómo desmantelaba su corrupto sistema, “buscaban cómo matarle; porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba admirado de su doctrina” (Marcos 11:18 RV1960).2 Al caer la noche, Jesús salió de la ciudad. Su dolor por la piedad aparente y el odio de quienes lucraban con la corrupción en el Templo presagiaban la destrucción que vendría. Aquello en lo que los judíos ponían su confianza y seguridad, el Templo, sería destruido cuatro décadas después por las manos del General Tito en el año 70 d.C.
La Verdadera Piedad vs. La Apariencia
Una cueva de ladrones es un lugar despreciable, oscuro y maloliente, donde los ladrones se esconden para planear sus fechorías y sacar provecho personal. El Templo, que debía ser el mejor lugar de enseñanza, oración y adoración para todas las naciones, se había convertido en lo más bajo a los ojos de Dios. Una piedad aparente es abominable delante de Él.
El verdadero creyente debe dar fruto digno de arrepentimiento. No es posible llamarse cristiano y no evidenciar el temor a Dios. El Espíritu Santo obra en el creyente, convenciendo de pecado, dando un santo temor del juicio venidero de Dios y de una eternidad separada de Él.
El Llamado a la Salvación
La imagen de Dios invisible, Jesús, salió del Templo, salió de la ciudad. Dios no puede tener comunión con las tinieblas. Su gracia es para todos los pueblos y naciones; Él quiere que Su nombre sea conocido por toda la tierra. Sin embargo, el juicio vendrá a todo aquel que no cree en su Hijo unigénito.
Hoy es el día de salvación. ¿Cómo puedes ignorar su voz? Él ha dado innumerables muestras de sus grandes maravillas; puedes ver su poder, porque Él es Dios. Cree en Dios.